1989+30: del telón de acero a los digitales

En la noche del 8 al 9 de noviembre de 1989, 30 años atrás, se abrió no sólo un muro, el de Berlín (pieza clave del “telón de acero”), sino una esperanza, la de la generalización de las libertades y la democracia. Desapareció poco después la Unión Soviética y la Guerra Fría, que reposaba sobre un equilibrio del terror. Tanta esperanza que Francis Fukuyama, unos meses antes de la caída del Muro, se aventuró a plantear, en términos de Hegel interpretado por Alexandre Kojève, si la historia no había tocado a su fin con el triunfo universal del sistema liberal. Siguió, además, la invención y el desarrollo de Internet y la gran explosión de la comunicación digital que en un principio pareció jugar a favor de la expansión de las libertades. Thomas Friedman, algo después, creyó ver que el mundo se había vuelto plano. Pero no. Y en él han nacido unos nuevos muros, esta vez digitales.

 

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Trump first, America less

El sociólogo Robert Putnam planteó hace más de tres décadas la teoría (basada en la de juegos) de los “dos niveles” de conflicto, el exterior o internacional, y el doméstico, según la cual, para lograr acuerdos el negociador tiene que conseguir un consenso ganador para todos entre los actores en ese tablero internacional, que luego se ratifique en el nacional. Con lo que le está ocurriendo, es dudoso que la Administración Trump logre nada en ninguno de estos niveles, aunque es verdad que para estos menesteres diplomáticos se necesita un alto grado de confidencialidad (para lo que se requiere también un alto grado de integridad), que se puede haber perdido.

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Tiempos lentos

Hay menos guerras y menos violencia en el mundo, pero los conflictos existentes se han dilatado en el tiempo

Repetimos a menudo que vivimos tiempos de aceleración. Las tecnologías penetran mucho más rápidamente que antiguamente (aunque, normalmente, tardan unos 30 años en prender). Henry Ford tardó 32 años en montar su primer coche en 1896 y poner en marcha su fábrica en cadena de River Rouge. El iPhone se lanzó en 2007, y cambió en muy pocos años la historia y nuestra manera de ser, con los smartphones convertidos en una extensión de nuestro cerebro. Pero a la vez que todo parece acelerarse, sin que estemos preparados como sociedad para tal aceleración, y que la inmediatez y la impaciencia han hecho presa de nuestras expectativas, hay una ralentización de algunos tiempos. En cierta manera, también vivimos tiempos lentos.

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Trump vive de la polarización

EEUU se puede quedar sin presidente si el posible impeachment para el que han puesto en marcha una investigación los Demócratas en la Cámara de Representantes, desemboca, aunque es difícil dada la mayoría republicana en el Senado. Lo que sí se ha quedado, desde hace tiempo, es sin centro. No es algo único de la superpotencia, pues la polarización de las sociedades occidentales es una característica de los tiempos, que Donald Trump ha sabido explotar y puede que siga sabiendo hacerlo. Incluso, en esta polarización el intento de impeachment puede jugar a su favor. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, lo sabe, y de ahí sus cautelas hasta que ha estallado la gravedad del caso.

 

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