Hace un tiempo, la brecha transatlántica se podía caracterizar por tres conceptos: Dios, armas y ley. Hoy la brecha en estos términos también es interna en EEUU. Entonces Europa era menos religiosa que EEUU y la religión influye menos en su política interna y exterior, menos llevada al uso de la fuerza y más partidaria de un multilateralismo basado en derecho. Las cosas han cambiado. Hoy, como muestran algunas encuestas del Centro Pew, los estadounidenses son menos religiosos, pero la religiosidad ha ganado radicalidad e influencia interna entre los republicanos para los que, aunque Trump no lo sea, el apoyo de la derecha cristiana es crucial (y la representa el vicepresidente Pence), mientras los demócratas son menos creyentes. En cuanto a las armas, llevamos dos presidentes (Obama y Trump) poco dados a intervenciones armadas en el extranjero, aunque EEUU quiere mantener su supremacía militar. Pero el tema del derecho a tener armas por parte de los ciudadanos, el gun control, ahora separa cada vez más a demócratas y republicanos. En lo que se refiere a la ley, el derecho internacional –que tanto contribuyó a desarrollar a EEUU en una época– está en crisis desde antes de Trump, y este la ha agravado. Se denuncian tratados existentes y no se crean nuevos significativos. Pero también tiene su dimensión interna con un Tribunal Supremo plenamente controlado por afines a los valores de los republicanos, por seis a tres tras la confirmación de Amy Coney Barrett, partidaria del “textualismo” u “originalismo”, y de tendencia cristiana radical. Los nombramientos de jueces vitalicios por la Administración Trump en todo el circuito han sido notables. Biden quiere buscar un consenso para revisar el sistema.
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