El ejercicio prospectivo propone medidas que hay que aplicar ya. De hecho, su horizonte es más a 10 que a 30 años. Pensemos en los cambios imprevistos acaecidos en las últimas tres décadas
El primer libro que traduje, cuando era estudiante, se titulaba Los próximos 10.000 años: el futuro del hombre en el Universo, prospectiva grandiosa de Adrian Berry, pero que me marcó en mis impulsos, siendo la prospectiva no una ciencia adivinatoria, en el sentido ciceroniano, sino de acción. En este sentido, España 2050, impulsado desde la Oficina de Nacional de Prospectiva y Estrategia, en la Moncloa, es loable, especialmente en un país poco dado a pensar el futuro, en su futuro, enzarzado en debates sobre su pasado. No obstante, la prospectiva ha anidado en la Moncloa, desde tiempos de Adolfo Suárez. Y sobre todo desde que en 1990 se creó en el Gabinete de la Presidencia del Gobierno el Departamento de Estudios, para pensar el cambio de mundo con el fin, entonces en curso, de la Guerra Fría, y la posición proactiva de España en él. Lo dirigió Carlos Alonso Zaldívar, una mente creativa y con agudo sentido político, y posteriormente el que escribe (que volvió a dirigirlo en la segunda legislatura de Rodríguez Zapatero aunque la crisis que se desató en septiembre de 2008 lo devoró todo). Estamos ante un momento similar al del 1990, con un cambio de mundo y la necesidad de pensar en escenarios de futuro, técnica muy desarrollada en Francia que pude aprender en unos cursos dirigidos en «Futuribles», por Hugues de Jouvenel, hijo del politólogo autor de El arte de la conjetura. Y de ese arte estamos hablando.
https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/espana-2050-futuro-no-pasado_129_7958912.html