El más listo de la clase

El presidente tiene instinto de poder, esencial en política, que lleva a saber cazar las oportunidades al vuelo. Ahora bien, aunque haya proyectos sectoriales y parciales, falta proyecto de país. Casi nadie lo tiene en Europa. Es algo que no depende sólo de un gobierno, menos aún de un partido, sino de toda la sociedad y del marco europeo y global

https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/listo-clase_129_10064685.html

Es el más listo de su clase, lo que no garantiza que vaya a ganar, o mejor dicho, a poder volver a gobernar tras las próximas elecciones generales. Se ha quitado a todos los críticos cuando, con audacia, se hizo con el PSOE, y los que quedan callan, pues prefieren lo que hay al PP con Vox. No tiene sustituto en un PSOE de nuevo unido, pero vaciado, algo siempre preocupante. De los que empezaron con él en el juego de la política quedan pocos, y los nuevos no parecen estar a la altura. Rajoy, Rivera, Iglesias (que previsiblemente como dicen los americanos seguirá in power but not in office) han caído en el camino por sus propios errores. Yolanda Díaz, a la que el presidente necesita, podría ser una excepción, por buena ministra y política -lo ha demostrado una vez más en el debate de la moción de censura-, pero de momento para encabezar la candidatura a la izquierda del PSOE es una potencialidad. Veremos.

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Envejecimiento activo

Los franceses protestan por un alargamiento de 62 a 64 años de la edad de jubilación. A la vez se está produciendo, al menos para alguna gente y países, una nueva tendencia, la del envejecimiento activo, que los anglosajones llaman active agingNo es un fenómeno únicamente estadounidense para asegurar unos ingresos suplementarios ante las bajas pensiones de jubilación, sino que se da mucho en la política, en empresas y en actividades afines porque en EE UU hay un mayor respeto hacia la seniorityEl presidente Biden, con 80 años, es el de más edad de la historia de la república, y si se volviera a presentar y ganara podría acabar su segundo mandato con 86 años (si fuera Trump, con 82). Mitch McConnell, líder republicano en el Senado, ha cumplido 81 años, aunque Dianne Feinstein -una de las pocas mujeres en este ránking-, senadora por California, tiene 89 años. El por segunda vez presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, está en 77. El jefe de Estado de más edad en activo en el mundo, con 90, es Paul Biya, presidente de Camerún. El Papa Francisco tiene 86 años, uno más que la edad a la que se retiró su antecesor, Benedicto XVI, que falleció con 95. En España, se está multiplicando este tipo de casos. Un economista de 89 años (Ramón Tamames) se presenta como candidato a presidente del Gobierno en una moción de confianza (promovida por Vox). A la alcaldía de Barcelona en mayo concurren Ernest Maragall (80 años) y Xavier Trías (76 años).

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Lo llamamos nueva guerra fría, pero no lo es

La competencia entre EEUU y China es muy diferente de la que rigió entre Washington y Moscú y estructuró el mundo durante la guerra fría. Pese a las limitaciones que le impone EEUU, China está inmersa de lleno en la economía global y las inversiones estadounidenses en el país no dejan de aumentar. ‘Codependencia destructiva’ podría ser más adecuado para la competencia interdependiente actual.

Lo llamamos “nueva guerra fría”, pero la relación, competencia y colaboración entre Estados Unidos y China no solo no lo es, sino que guiarse por este concepto puede llevar a errores de visión y de política (policy). Más aún entre China y la Unión Europea, que ve, correctamente, a la superpotencia asiática como “socio, competidor y rival sistémico”. Utilizamos el término de guerra fría por pereza intelectual, y porque estamos inmersos en un periodo de transición, es decir, de desorden, de un orden mundial a otro cuyos contornos se divisan aún mal. La guerra fría responde a otra época y situación. No es un concepto útil hoy. Pese al discurso de la tensión entre Washington y Pekín, la realidad es otra. El episodio de los globos es un reflejo.