Los franceses protestan por un alargamiento de 62 a 64 años de la edad de jubilación. A la vez se está produciendo, al menos para alguna gente y países, una nueva tendencia, la del envejecimiento activo, que los anglosajones llaman active aging. No es un fenómeno únicamente estadounidense para asegurar unos ingresos suplementarios ante las bajas pensiones de jubilación, sino que se da mucho en la política, en empresas y en actividades afines porque en EE UU hay un mayor respeto hacia la seniority. El presidente Biden, con 80 años, es el de más edad de la historia de la república, y si se volviera a presentar y ganara podría acabar su segundo mandato con 86 años (si fuera Trump, con 82). Mitch McConnell, líder republicano en el Senado, ha cumplido 81 años, aunque Dianne Feinstein -una de las pocas mujeres en este ránking-, senadora por California, tiene 89 años. El por segunda vez presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, está en 77. El jefe de Estado de más edad en activo en el mundo, con 90, es Paul Biya, presidente de Camerún. El Papa Francisco tiene 86 años, uno más que la edad a la que se retiró su antecesor, Benedicto XVI, que falleció con 95. En España, se está multiplicando este tipo de casos. Un economista de 89 años (Ramón Tamames) se presenta como candidato a presidente del Gobierno en una moción de confianza (promovida por Vox). A la alcaldía de Barcelona en mayo concurren Ernest Maragall (80 años) y Xavier Trías (76 años).