Las tres guerras de Siria

Mideast Syria

La guerra en Siria esconde tres conflictos que se alimentan mutuamente, y que pueden hacer que acabe durando meses, si no años, con una violencia y nuevos niveles de brutalidad en ambas partes, denunciados por la Comisión de Investigación de la ONU, y con una salida poco atractiva.

En primer lugar, hay una guerra civil entre una parte extensa de la población, y el régimen de El Asad, en un país extremadamente complejo en su composición étnica. Lo que puede llevar a un conflicto aún más cruento -han muerto ya unas 80.000 personas- el día en que realmente las distintas comunidades se enfrenten entre sí. Puede acabar como Irak, aunque en Irak la violencia no sólo no ha acabado sino que está al borde de una guerra civil que puede dispararse por lo que ocurra no sólo en su seno, sino en Siria. Sigue leyendo

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España bajo sospecha

Newly elected head of Spain's Catholic Church Cardinal Varela meets the media in Madrid

Una parte importante del poder blando que España había estado acumulando en las últimas décadas se está dilapidando. Íbamos por el mundo enseñando, con razón, los éxitos de nuestra Transición (aunque aplaudiéramos en otros las comisiones de la verdad o los juicios a sus dictadores). Hoy la Transición está en entredicho. Como lo está el Estado de las Autonomías en cuyo modelo se interesaban –ya mucho menos- otros países que descentralizaban sus sistemas políticos. También la sanidad pública española era objeto de atención y estudio.

Este poder blando se nutría también de la modernización de nuestros derechos civiles. En materia de aborto, nos normalizamos. Tras la de 1985, con la ley de 2010, que ahora se quiere revisar, no hicimos sino ponernos a la par con los regímenes que al respecto imperan en la mayor parte de los países de nuestro entorno europeo. En materia de enseñanza de Religión, también. Y en cuestión de matrimonio homosexual prácticamente fuimos pioneros, por delante de la Francia revolucionaria y muchos otros países que ahora se adentran por esta vía. Sigue leyendo

¿Quién se acuerda de mí?

Benedicto XVI

Aquí estoy en Castel Gandolfo, nada arrepentido de mi renuncia. Pero me siento un poco abandonado. Ya se sabe a Rey muerto, Rey puesto, aunque yo siga vivo y haya renunciado por voluntad propia. En toda organización, cuando cambia el jefe cambian rápidamente las lealtades. No hay de qué sorprenderse.

El Papa Francisco me ha llamado y vendrá a verme el próximo sábado. Recuerdo cómo le gané el trono de San Pedro en 2005. Pero también, al seguir su elección y primeras apariciones públicas por la televisión, me he percatado de alguno de los errores que cometí, como mis brazos abiertos en señal de victoria y una sonrisa exagerada, o los zapatos, los dichosos zapatos, no precisamente del pescador. El Papa Bergoglio, con su austeridad, modestia y hasta sentido del humor, quizás acierte. Aunque creo que se equivoca si piensa que la Iglesia no necesita demostrar su poder incluso con cierto boato. Sigue leyendo

El Papa emergente

Papas

«Queridos miembros del Cónclave»:

«Ya conocéis las razones de mi renuncia, y aunque no es algo habitual, espero que me comprendáis. Os corresponde ahora a vosotros escoger a un sucesor que esté a la altura de los tiempos. No estoy seguro de haberlo logrado yo mismo. Llegué a la Silla de San Pedro a una edad demasiado avanzada como para conseguir una reforma siempre aplazada de una Curia que nunca me interesó. La tarea queda pendiente para quién ocupe mi puesto. He tenido que navegar contra el viento, al menos en Europa. Yo tenía una idea clara, la de que la Iglesia debía recuperar sus esencias, para lograr ser más auténtica aun a costa de ser, temporalmente, más pequeña. Sólo así lograremos seguir siendo la primera religión del mundo.

Algún comentarista español, tras mi elección en abril de 2005, se permitió considerar que ésta había sido un error, pues la Iglesia necesitaba entonces un Papa menos teólogo y más sociólogo. Os ruego que no renuncies a lo primero, aunque quizás sea hora de pensar en lo segundo. Sigue leyendo