La escena. El día de la Diada, en la que muchos miles de catalanes hicieron su cadena cívica de norte a sur de Cataluña, cuyo enorme impacto aún se está digiriendo, el delegado de la Generalitat en Madrid, Josep María Bosch, se disponía a tomar la palabra en una pequeña recepción en el Centro Cultural Blanquerna, en la madrileña calle de Alcalá, donde tiene también su delegación oficial. Bien entrenado, y sin duda avisado, en ese momento irrumpió un grupo de jóvenes, y no tan jóvenes, algunos tapados, con banderas de Alianza Nacional y del falangista yugo y flechas, rompiendo los cristales de las puertas, abriéndose paso violentamente entre el centenar de asistentes y amedrantando a algunos, y destrozando el atril, al grito de “Nos nos engañan, Cataluña es España”. Salieron pronto, pero rociando el último de ellos un gas irritante que obligó a los asistentes a salir precipitadamente a la calle. El acto se desarrolló posteriormente en un jardín adjunto. Pero a muchos nos dejó el resabio de algo que no habíamos vivido desde el franquismo y los albores de la Transición. Doce de los fachas gamberros, conocidos, fueron detenidos, aunque la policía debió haber vigilado mejor el lugar antes.
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