«Queridos miembros del Cónclave»:
«Ya conocéis las razones de mi renuncia, y aunque no es algo habitual, espero que me comprendáis. Os corresponde ahora a vosotros escoger a un sucesor que esté a la altura de los tiempos. No estoy seguro de haberlo logrado yo mismo. Llegué a la Silla de San Pedro a una edad demasiado avanzada como para conseguir una reforma siempre aplazada de una Curia que nunca me interesó. La tarea queda pendiente para quién ocupe mi puesto. He tenido que navegar contra el viento, al menos en Europa. Yo tenía una idea clara, la de que la Iglesia debía recuperar sus esencias, para lograr ser más auténtica aun a costa de ser, temporalmente, más pequeña. Sólo así lograremos seguir siendo la primera religión del mundo.
Algún comentarista español, tras mi elección en abril de 2005, se permitió considerar que ésta había sido un error, pues la Iglesia necesitaba entonces un Papa menos teólogo y más sociólogo. Os ruego que no renuncies a lo primero, aunque quizás sea hora de pensar en lo segundo. Sigue leyendo