El sistema político está haciendo aguas. Estamos ante un final de régimen, aunque no se sabe el tiempo que tomará transformarlo. Cuando más dure, más difícil será un cambio con reforma y no con ruptura, en un país que no ha sabido nunca reformar sus constituciones –entiéndase reformas a fondo- sino que siempre la has cambiado de forma traumática. Estamos ante una oportunidad de hacer bien las cosas. El problema es ¿quién lo hará? ¿Existen los actores políticos para conducir este cambio?
Reformar la Constitución es necesario, pero no suficiente. Pues hay que actuar también al nivel de todas las instituciones –incluida, claro está, la Corona-, y de los partidos, con cambios que en algunos casos no resolverán nuevas leyes. Lo más difícil es una transformación de la cultura política imperante, sin la cual todo esfuerzo resultará vano. Pues, a pesar de las diversas constituciones y regímenes, el caciquismo, por ejemplo, tiende a reproducirse, a veces a través de las mismas familias en diversos regímenes (como ha ocurrido, según recuerda José Saturnino Martínez, con los Fabra en Castellón desde principios del siglo pasado). Sigue leyendo