Una parte importante del poder blando que España había estado acumulando en las últimas décadas se está dilapidando. Íbamos por el mundo enseñando, con razón, los éxitos de nuestra Transición (aunque aplaudiéramos en otros las comisiones de la verdad o los juicios a sus dictadores). Hoy la Transición está en entredicho. Como lo está el Estado de las Autonomías en cuyo modelo se interesaban –ya mucho menos- otros países que descentralizaban sus sistemas políticos. También la sanidad pública española era objeto de atención y estudio.
Este poder blando se nutría también de la modernización de nuestros derechos civiles. En materia de aborto, nos normalizamos. Tras la de 1985, con la ley de 2010, que ahora se quiere revisar, no hicimos sino ponernos a la par con los regímenes que al respecto imperan en la mayor parte de los países de nuestro entorno europeo. En materia de enseñanza de Religión, también. Y en cuestión de matrimonio homosexual prácticamente fuimos pioneros, por delante de la Francia revolucionaria y muchos otros países que ahora se adentran por esta vía. Sigue leyendo