El enfrentamiento entre el Norte, que está reforzando el G7, y el Sur Global, especialmente ante la consolidación de los BRICS, está generando divisiones en el seno de un G20 que pierde relevancia. Lleva del malherido multilateralismo a un poco efectivo plurilateralismo.
En las reuniones, ministeriales y otras, del G20, cada vez son más frecuentes los choques entre los miembros que se consideran parte del Sur Global, que no es una unidad, y los del G7 que, cada vez más unidos, representan al Occidente Global. Sobre todo, pero no únicamente, a raíz de las tensiones entre EEUU y sus aliados con China, y con Rusia. Ambos son foros informales, cuyo valor está en ser un lugar de encuentro y coordinación. Algo que en el caso del G20 funcionó tras la crisis de 2008 mientras había coincidencia de intereses pero que ha ido a menos. El G7, por el contrario, se refuerza y ha cobrado un nuevo vigor, no exento de hubris ni de tensiones internas –como el alcance de las ayudas públicas a la industria en EEUU, frente al de Europa–. De él salen posiciones comunes en cuestiones de todo tipo, incluidas geopolíticas, especialmente con sanciones, el arma preferida de Occidente, de dudosa eficacia, como se puede ver con Rusia, pues el mundo ha cambiado.